"El regreso a la semilla", cuento de Alejo Carpentier (y buen pretexto para aceitarnos los engranes que alguna vez usó el Maedstro Ricalde), es una historia "en reversa". Comienza con la muerte y termina con el nacimiento. Empezando con las ruinas, termina en una casa nueva.
Hasta mediados del siglo XIX el partido de "plato y taza" (comercio o taller en planta baja y habitación en el nivel superior) era el que mandaba en las ciudades. En la parte posterior del terreno había un patio de servicios, donde había un huerto, caballerizas, conejeras, gallineros, etc., que en gran medida satisfacían los requerimientos propios de la familia. La Revolución Industrial acabó con ese esquema y zonificó las ciudades según usos, generando la necesidad de moverse grandes distancias entre una y otra zonas.
Parece que es buen momento de regresar a la habitación/trabajo. ¡Dejemos a un lado los autos y dignifiquemos al peatón!... la medida de las ciudades debe regirse por la "autonomía" del hombre, donde todo nos quede al alcance de una agradable caminata.
¿Por qué cargar con nosotros una tonelada de fierro para ir a cualquier lugar?
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