miércoles, julio 15, 2009

sobre Siza y Saramago...


Los arquitectos a menudo sentimos que somos los guardianes de un secreto milenario, una especie de secta secreta de cuyos símbolos y secretos solo nosotros tenemos conciencia. Los demás simples mortales no nos entenderían jamás... ni siquiera nuestros clientes, ellos que se dediquen a lo suyo, pagar los proyectos.

Pero no es así, la arquitectura debe ser habitable y diseñada para cualquiera, no solo para arquitectos, y es bueno recordarlo. El punto de vista del usuario debe ser nuestro mismo punto de partida, su entendimiento es escencial para llevar cualquier proyecto al éxito.

En su peculiar sensibilidad del mundo y sus "tejemanejes", Saramago ha escrito sobre arquitectura. Y lo hace, desde luego, desde el punto de vista de quien, sin ser arquitecto, entiende de sentimientos, de espacio, de luz y sombra...
Copio su entrada, que es buen punto de partida para la reflexión de quien de esto vivimos:

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Siza Vieira

By José Saramago

Toda arquitectura presupone una determinada relación entre la opacidad natural de la mayoría de los materiales empleados y la luz exterior. Los gruesos muros románicos se abrían difícilmente para que la claridad del día moviese, en un espacio que parecía rechazarlas, las sombras que precisamente acabarían dándole sentido. La sombra es lo que permite hacer la lectura de la luz. El gótico se rasgaba verticalmente en vidrieras que, dando paso a la claridad, al mismo tiempo la matizaban para rescatar en el último instante el efecto misterioso de la penumbra. Incluso en los modernos tiempos, cuando la pared es, en gran parte, sustituida por aberturas que casi la anulan, que la hacen desaparecer en absurdos revestimientos de vidrio que diluyen sus propios volúmenes en un proceso de caleidoscópicas reflexiones y proyecciones, la necesidad de apoyo del que el ojo humano no puede prescindir busca ansiosamente un punto sólido desde donde descansar y contemplar.
No conozco en la arquitectura moderna una expresión plástica en que el primordio de la pared sea tan importante como en la obra de Siza Vieira. Esos muros anchos y cerrados surgen, a primera vista, como enemigos inconciliables de la luz, y, al dejarse finalmente abrir, lo hacen como si obedeciesen contrariados a las inaplazables exigencias de la funcionalidad del edificio. La verdad, según entiendo, es otra. La pared, en Siza Vieira, no es un obstáculo para la luz, sino un espacio de contemplación en que la claridad exterior no se detiene en la superficie. Tenemos la ilusión de que los materiales se volverán porosos a la luz, de que la mirada penetrará la pared maciza y reunirá, en una misma conciencia estética y emocional, lo que está fuera y lo que está dentro. Aquí, la opacidad se ha hecho transparencia. Solo un genio sería capaz de fundir tan armoniosamente estos dos irreductibles contrarios. Siza Vieira es ese taumaturgo."

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