domingo, mayo 03, 2009

Anastasia...

Dicen que de arquitecto, poeta y loco, todos tenemos un poco.
Releer a Italo Calvino, en especial sus Ciudades Invisibles, una y otra vez, es ejercicio obligado a quienes hacemos de la arquitectura nuestra forma de vida. Cada una de esas ciudades invisibles nos cuestiona, alimenta y propone caminos, senderos y subterfugios que nos son importantes en el día a día.
Abrir, casi como si del tarot se tratara, el libro y leer la ciudad que el destino nos pone enfrente es una delicia.
Anastasia, por ejemplo, se me presentó haciendo fila en un banco lleno de gente con tapabocas. Es la ciudad de esmeraldas y piedras preciosas, que al visitante impresiona por su lujo desmedido, pero para quienes la habitan, cada una de esas joyas representa el sudor y trabajo necesarios para lograrlas. Para poder vivir en Anastasia, cada habitante debe dejar la vida trabajando, convirtiéndose entonces, en su esclavo.

¿Qué no es así en la vida?

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