martes, abril 21, 2009

LOS FESTEJOS DEL CENTENARIO: EL INICIO DE UNA ERA Y LA REAFIRMACIÓN DE OTRA.

El siglo veinte avanzaba sobre los rieles de la modernidad, representada por la máquina de vapor.
El Porfirismo luchaba por mantenerse en la cima de la colina política a los ojos tanto del interior como del exterior del país.
El modelo era Francia, y en 1889 había celebrado la impresionante Feria Internacional donde los países mostraron su vanguardia en diferentes campos, principalmente el tecnológico. La Revolución Industrial era una realidad pujante y marcaba el ritmo de la vida. Era la Belle Epoque.
El cambio de siglo entre el XIX y el XX probablemente haya sido el más importante de la historia moderna, y en México todavía tenía inercia cuando se planearon los festejos para el Centenario de la Independencia.
Estos festejos darían el marco perfecto para que Don Porfirio mostrara su estabilidad y fortaleza al mando del país, como tambien, para acelerar ese acercamiento que pretendía hacia un México más "europeízado".

Es obvio que para festejar cien años de vida independiente, es decir, de un estado socio político natural al 100% de los mexicanos de ese entonces (se puede decir que no existía ya nadie "pre-independiente" y que todos habían vivido toda su vida en un México libre de la relación virreinal con España), que lo primero fuera preguntarse ¿qué es lo mexicano? ¿de dónde venimos? ¿a dónde queremos llegar?
Fue esta interrogante la que llevaría al pensamiento de principios del siglo XX a reconocer al méxico indígena y al méxico criollo como uno solo.


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Con esta entrada empiezo una serie de reflexiones sobre el México de hoy y su representación en el quehacer arquitectónico.

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