miércoles, octubre 14, 2009

Yo soy yo y mis circunstancias


La obra de arte es un diálogo entre el artista y el espectador... es una forma de comunicación. Es el juego en el que el artista a través de su quehacer juega con las experiencias sensoriales de quien vive su obra.
En la arquitectura ese juego se logra a través del recorrido espacial. La arquitectura es el desplazarse en el tiempo por el espacio, sentir olores, temperaturas, colores, sonidos y texturas, que el arquitecto hábilmente puso ahí para enaltecer nuestros sentidos.
Pero ese juego (o juguete) que es la arquitectura, tiene muchas condicionantes a su vez. La relación del emplazamiento físico con la arquitectura es una de las condicionantes más importantes.
Aquí es donde el problema del restaurador se vuelve complicado, pues al contrario de otros tipos de arte, la arquitectura se encuentra obligadamente relacionada con un emplazamiento y el pretender restaurarla (regresarla a su forma original... por ahora no entraremos en otra serie de conceptos que se manejan en torno a la teoría de la resturación per se), también implicaría restaurar sus condicionantes físicas (por no hablar de las condicionantes económicas, sociales, etc.).
¿Entonces debemos esperar del objeto arquitectónico, que al cambiar las condiciones circundantes (no solo las físicas espaciales), este se vuelva "obsoleto" y su restauración imposible?

Cuando el objeto arquitectónico adquiere, a través del tiempo, el grado de "objeto de arte", debemos conservarlo no solo en su materialidad, sino también en su relación física con su entorno.

Un ejemplo de esto es la pérdida irreparable del espacio que antes se conoció como "Acceso al Pedregal" (empezó a perder sentido desde que el sentido de la circulación cambió y se volvió una salida.


Sobre este tema el siguiente blog ahonda profunda e interesantemente:



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