martes, marzo 28, 2006

ya saben quien...


"La architecture, c'est le jeu savant, correct et magnifique des formes sous la lumière."

La lectura del lugar


El lugar, al existir antes que la ciudad, es quien le permite ser lo que es. La ciudad se desarrolla siempre bajo las condiciones del lugar, tanto físicas como intangibles. El lugar lo forma la topografía propia del sitio, pero también la carga de símbolos que el hombre deposita en él. El lugar es el sitio más el significado que podemos leer de él.
Recorrer la ciudad será entonces vivir esta experiencia del lugar y lo que este ha dejado que hagamos de él. La ciudad es la retroalimentación diaria entre sitio-hombre-sitio... infinitamente.
Así como en la naturaleza más pura, es decir, la que se encuentra más alejada de la intervención directa del hombe, encontramos fallas que nos hablan de acontecimientos extraordinarios, en la ciudad leemos estos acentos en sus edificios sobresalientes, en sus monumentos, en sus hitos.
Las fallas geológicas, eolicas, pluviales o fluviales, se pueden leer exactamente igual que la catedral, el ayuntamiento, el monumento, la plaza de armas.
Todo lo que nos rodea, sea cultura o natura, nos habla de cicatrices del pasado.
Así como el placer mayor al de leer un buen libro es solamente el que nos da el re-leerlo, volver a caminar la ciudad y re-leer sus calles es mejor aún.

viernes, marzo 24, 2006

el tiempo que no pasa



El tiempo es la medida del movimiento, y el movimiento es la herramienta que nos permite percibir el espacio en sus tres dimensiones. Pero el espacio también nos habla de otro tiempo; el tiempo transcurrido y que se queda, como memoria, impuesto en su esencia. El tiempo que nos habla de acontecimientos, que poco a poco, aprendemos a leer. El tiempo en el que no existía nada, el tiempo de transformaciones, de revoluciones... el tiempo de intervenciones.
Las estaciones de ferrocarril tienen, por ley, que tener siempre un reloj. Junto con el andén, el patio de maniobras, la casa redonda, o el puesto de vigía, el reloj es un elemento fundamental. El reloj nos marca el momento en el que el progreso llegó, botando humo, a la ciudad. El reloj nos marca el momento en el que una persona esperada llega a visitarnos. El reloj nos marca el momento en que un plazo se cumple para quien debe, contra su voluntad, dejar la ciudad. El reloj nos recuerda el momento en que por última vez se despidió a un familiar que partió a la guerra para dejarlo parado hasta su regreso, que nunca llegó. El reloj es entonces, nuestro mejor testigo y símbolo de la historia, de nuestro andar. Y en una estación del ferrocarril, es entonces fundamental.
Cuando el espacio se recicla y su uso cambia, es importante dejar los testigos de lo que antes de nosotros sucedió. No tenemos derecho a "formatear" la memoria del lugar y debemos entonces reconocer eso símbolos que le dan en mayor medida su esencia a los lugares.
La estación que en uso era un "no lugar", se volvería, sin elementos como su reloj, un "lugar sin memoria".
Seguramente todo esto lo tuvo en cuenta Gae Aullenti en su exquisita obra parisina.

lunes, marzo 13, 2006

mur pour la paix


La realidad se percibe de muchas maneras, o mejor dicho, percibimos realidades superpuestas. Nubes filtradas al frente, reflejos de nubes opuestas, símbolos, palabras, piedra y buenas intenciones, sol y aire. Tarde de frío caliente que la gente aprovecha para correr, jugar, pasear. Perros estirando las patas, niños y pelotas, sonido de agua. Domingo por encargo, lunes de nieve y frío y abrigos negros... siempre negros. Bajo ellos tal vez haya colores que aparezcan junto con las flores en la primavera. El frío tiene color, es gris y negro.
Pero hoy, entre la paz, la paix, la pace... el cielo fue azul.
Y un perro saltó la cerca en busca de la pelota.

miércoles, marzo 08, 2006

La Estrella

El primer contacto real con el "reencuentro" de París se dió, al bajar del autobus, en la Place de L'Etoile. Lejos de lo que había esperado, o no esperado en realidad, el contacto principal no fue con vista. Aunque los recuerdos son principalmente imágenes, y tal vez por eso dejan en gran parte de sorprendernos y les estamos habituados, también existen obviamente de otra forma. Mi mayor impacto se dió por la vía del olfato. Del primer viaje al nuevo mundo guardaba miles de imágenes y recorridos mentales, siempre visuales. Pero el golpe esta vez fue ese olor que no aparece en las fotos o películas, el olor característico de cada lugar, de sus árboles, de su agua, de su contaminación.
Esta vez no fueron los ojos, sino la naríz, quien me dijo que el viaje había comenzado, que ya estábamos en el ombligo del mundo.